09 July 2009

Porqué morir, porqué matar

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El martes temprano --a las ocho con seis minutos del 26 de mayo, según se registró en el oficio de la policía--, encontraron el cuerpo de Eliseo Barrón Hernández, quien reporteaba desde hace más de 11 años en la región de La Laguna. Primero lo secuestraron frente a su esposa y dos hijas. Se lo llevaron, lo golpearon y torturaron. Lo mataron. Más de una hora duró la pesadilla. De cobardía que mata, de horror frente a la muerte. Eran por lo menos ocho los hombres encapuchados.
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Caso: Eliseo Barrón Hernández La Opinión Milenio, Torreón, Coahuila Asesinado el 26 de mayo de 2009 En cinco años he tenido que reportear su muerte o su desaparición. He visto sus fotos, sonriendo casi siempre, trabajando en la oficina o en la calle, como cualquier otro, como tantos. He tenido que hablar con sus amigos, con sus compañeros y con sus familias, ellas, sus familias, las víctimas más abandonadas de todos, las peores víctimas. Han sido desde entonces 40 en 14estados de México. Casi todos jóvenes, la mayoría no superaban los 40 años, algunos demasiado chicos, como Alfredo Jiménez Mota que tenía casi 25, y otros mucho más experimentados, como Enrique Perea Quintanilla con más de 20 años en el oficio. Sus crímenes, todos, gozan de cabal impunidad, por lo que es difícil saber el motivo de su muerte. Aunque de ellos, por lo menos en 23 casos hay datos suficientes que permiten sostener que su trabajo periodístico molestó a la mafia y a funcionarios corruptos, que sólo tuvieron que accionar el gatillo para acallar, para remar lentamente al silencio. Escribir sobre ellos no es fácil. Cada vez que la tinta registra una de estas muertes hay entonces más impunidad acumulada, una loza de miedo y silencio. Mordaza de terror entre sus amigos y compañeros. Sin embargo, estas muertes no significa el triunfo de la mafia. Cada muerte, cada desaparecido, es una derrota para el Estado. Pero es también, cada vez, una pequeña rendición de todos. He escuchado cómo muchos funcionarios se comprometen a descubrir a los criminales, cómo los políticos se manifiestan indignados, cómo los directivos de medios se dicen solidarios y, después, cómo se ahogan las planas en el silencio. Se olvida pronto a un muerto. Simplemente se convierte en un número en la estadística. Son muy pocos los reporteros y medios que tienen memoria, que investigan, que informan y que fielmente cobijan a su gente, como si fueran ellos mismos. Muchos utilizan los reflectores, emiten emotivos discursos, muestran rostros de indignación y tristeza. Se dicen víctimas y se sienten así por un instante. Después, sólo evocan a sus muertos. Y ya. Sólo su familia les llora, sus amigos les recuerdan. Ellos, todos ellos, se quedan prácticamente solos, agobiados, viviendo una estela de miedo desesperanzado. ++++ Los estados de Coahuila y Durango son peligrosos. Lo demuestran los más de 440 asesinatos cometidos sólo este año, las decenas de secuestros, el cierre de empresas y comercios por las extorsiones y amenazas, el “huir” de familias por miedo. También lo prueba el asesinato de cuatro periodistas en los últimos 40 meses, sólo en esa zona norteña del país. El crimen más reciente fue el de Eliseo Barrón Hernández, reportero de La Opinión Milenio. Ninguno de los homicidios (José Valdés, 2006; Rafael Ortiz Martínez, 2006; Carlos Ortega Samper, 2009) ha sido resuelto hasta ahora y, todos, ofrecen datos que harían suponer que el móvil está relacionado con su trabajo profesional. Por ahora, en esa región, la justicia parece que es un sinuoso camino para la libertad de expresión. En Durango y Coahuila los informadores y los medios de comunicación experimentan el agobio que produce el desaliento de la impunidad. Muchos de ellos trabajan con miedo. Pero están cansados de tener miedo. El 11 de junio, el Ejército y la PGR informaron en dos comunicados de prensa que había sido detenido Israel Sánchez Jaimes, presunto autor material del homicidio de Eliseo Barrón. Se enteraron por su confesión. Pero no fue suficiente, al parecer ninguna de las pistolas que portaba corresponde a la que utilizaron contra el periodista. La Procuraduría sometió a arraigo por 40 días a Sánchez Jaimes. Necesita más pruebas para poder llevarlo ante un juez por el crimen del periodista. Aún no se cumple el plazo. Horas de pesadilla El martes temprano --a las ocho con seis minutos del 26 de mayo, según se registró en el oficio de la policía--, encontraron el cuerpo de Eliseo Barrón Hernández, quien reporteaba desde hace más de 11 años en la región de La Laguna. Primero lo secuestraron frente a su esposa y dos hijas. Se lo llevaron, lo golpearon y torturaron. Lo mataron. Más de una hora duró la pesadilla. De cobardía que mata, de horror frente a la muerte. Eran por lo menos ocho los hombres encapuchados, que vestían de negro, que empuñaban armas largas y que entraron a su casa en Gómez Palacio, Durango, donde descansaba Eliseo con su familia. Lo empujaron, le gritaron y lo sacaron con fuerza. Sólo las amenazas de muerte contra sus hijas Yamileth y Ana Sofía permitieron que su esposa Judith se quedara inmóvil, impotente, abrazándolas y llorando. Escucharon solamente cuando arrancaron dos autos tipo Tsuru, uno color blanco y otro arena. Segundos después, Judith llamó al periódico en el que trabajaba su esposo, La Opinión Milenio, les pidió auxilio. Apenas pasaban cinco minutos de las ocho de la noche del último lunes de mayo. La región de La Laguna la integran 16 municipios, de los estados de Durango y Coahuila, estados que en conjunto no superan los cuatro millones de habitantes. Era una de las zonas más prósperas del país, ocupando los primeros lugares en producción de algunos metales, de leche y varias semillas. También se consideraba de las más seguras de México. Pero en los dos últimos años han cerrado comercios y empresas importantes, como las oficinas de ventas de Audi y Hummers, por ejemplo. Una de las principales razones, además de la crisis económica que se resintió con fuerza a principios del año pasado, ha sido la falta de seguridad. Por los más de 200 secuestros que se cometieron el año pasado, según denuncian las Cámaras de Comercio de la Comarca o por las extorsiones que practican grupos delictivos que cobran mensualmente una cuota a cambio de que los negocios no sufran daños, los dueños no sean privados de la libertad o de su vida. Son presas de la mafia. Por eso los pobladores de La Laguna tienen miedo y prefieren encerrarse en sus casas. En lugares de temperaturas altas, como Durango y Coahuila, las personas acostumbran salir a las calles de noche, sentarse en los porches a disfrutar el fresco. En la Comarca Lagunera ya no. Las calles están vacías desde las 9 ó 10 de la noche “Tiempo atrás, por el enorme movimiento de los habitantes, en la noche había muchos percances viales, entre las nueve de la noche y las seis de la mañana. En una noche sólo en la ciudad de Gómez Palacio y su zona conurbada, se llegaron a registrar 42 accidentes. Ahora prácticamente no hay, si acaso uno o dos, porque la gente ya desconfía, tienen miedo”, explica Armando. Las cifras oficiales sostienen que sólo existen menos de media decena de secuestros en la región de La Laguna, pero las víctimas, empresarios en su mayoría, aseguran que sólo el año pasado se superaron los 200. En diferentes lugares de Coahuila, por ejemplo, los dueños de empresas ya utilizan escoltas, automóviles blindados y otros más han cambiado su domicilio a otras ciudades cercanas o a Estados Unidos. En esa zona del país, donde ahora se escuchan balazos de día o madrugada, donde han asesinado a dos jefes de las oficinas antisecuestros, los policías han dicho que tienen miedo, las autoridades han reconocido la lucha entre el grupo autodenominado “zetas” y el “cártel de Sinaloa”, y en donde un obispo denunció que vive uno de los capos más buscados por el gobierno federal: Joaquín Guzmán Loera “El chapo”. Allí dejaron el cuerpo de Eliseo Barrón, en el canal de Tlahualilo, en el ejido Valle de Eureka. Le dispararon cinco veces. La necropsia mostró que lo mataron entre las 9 y 10 de la noche. Rapidez inusitada La noticia corrió pronto dentro y fuera de México, organismos internacionales y nacionales exigieron una reacción pronta para detener a los culpables. El presidente de la SIP, Enrique Santos, fue contundente: “la violencia en México ha escalado de manera desenfrenada y tal como hemos venido demandando, urge al Estado fortalecer la defensa de la actividad periodística”. Por primera vez en la última década, en horas, la Procuraduría General de la República (PGR) se apresuró a atraer el caso bajo su jurisdicción (averiguación previa PGR/DGO/GP/144/2009) y hasta emitió un boletín, algo que tampoco había hecho antes. En ese comunicado la PGR sostuvo que reafirmaba “su compromiso institucional de agotar todas las líneas de investigación existentes en razón del valor y la importancia de la libertad de expresión que reviste la labor periodística para mantener informada a la sociedad mexicana”. Se trata de la misma Procuraduría que publicita su compromiso por investigar el crimen de Eliseo, pero que desde el año 2000, tiene a su cargo 11 averiguaciones previas por el mismo número de crímenes o desapariciones de periodistas en el país. De esos casos ningún resultado ha dado. El 29 de mayo, también por primera vez en los últimos 20 años tratándose del asesinato de un periodista, el titular de la PGR, Eduardo Medina Mora, publicó un acuerdo en el que ofreció una recompensa de cinco millones de pesos (370 mil dólares) a quien “aporte información veraz, útil, relevante y oportuna que coadyuve eficazmente a la identificación, localización y detención efectiva de los autores y partícipes del homicidio”. La Comisión Permanente del Congreso guardó un minuto de silencio en honor al periodista, el gobernador del estado se apresuró a decir que el trabajo cotidiano de los reporteros estaba garantizado y todos los partidos políticos, que están en plena campaña electoral, externaron su preocupación ante los crímenes recurrentes de comunicadores. Mientras los reporteros y la familia de Eliseo lo lloraron y lo enterraron. En la celebración religiosa le cantaron, lo recordaron, lo vitorearon. Exigieron justicia. Fue el miércoles 27 de mayo cuando lo enterraron. A las 11:20 salió la carroza de la funeraria. Al frente del cortejo estaban la madre de Eliseo, María de Lourdes Hernández, sus hermanos, su esposa, Judith y sus dos hijas. Los seguían reporteros, fotógrafos, camarógrafos, editores y personal administrativo de todos los medios de comunicación de la Laguna. Recorrieron varias calles y avenidas. Avanzando lento. Algunos vecinos salieron y exigieron justicia. En 30 minutos llegaron al panteón del ejido La Unión. Allí le lloraron más, allí enterraron a Eliseo junto a su padre Adelaido Barrón Pérez. En la Región de la Laguna, en Durango y en Coahuila, cambió algo: se fragmentó la confianza. Un buen reportero Después de unos días, los asesinos de Eliseo Barrón trataron de llevar a cabo su primera estrategia, la misma que han seguido en otros casos: desvirtuar la vida y trayectoria del periodista. En este caso no lo lograron, en muchos otros sí han sembrado la duda. Pero esta vez no pudieron deformar la historia de Eliseo, cuentan sus compañeros, porque era un buen reportero, serio, profesional y honesto. Barrón era ingeniero agrónomo, pero se hizo reportero. Primero cubriendo los temas sobre el campo y después las noticias de seguridad y justicia. Cualquier día, de trabajo, comenzaba para Eliseo a las ocho de la mañana en la redacción de La Opinión Milenio, leía los periódicos y una hora después ya estaba en la calle reporteando. Trabajaba mucho, se apuraba, redactaba sus notas en tiempo récord y a las cuatro de la tarde ya se iba a su casa. “No le conocí que anduviera en fiestas. No tomaba. Siempre decía: ‘el domingo es sagrado para m’ y ese día apagaba su celular, se lo dedicaba a su familia. Un tipo muy centrado en sus cosas”, recuerda Armando uno de sus amigos. Eliseo escribió de crímenes cotidianos, de injusticias legales, de personas sometidas a juicio, de enfrentamientos entre militares y policías. Todos hechos cotidianos, pero los rastreaba y desgranaba, para poder informar más. Eliseo era un hombre sencillo, moreno y de cuerpo grueso. Tranquilo, de sonrisa fácil y al que sus amigos no recuerdan enojado. “Era muy práctico y derecho”, añade Armando. Reporteaba las notas del día, pero siempre obtenía datos adicionales, detalles, que permitían aderezar las notas y que colocaban a Eliseo, generalmente, a la delantera de otras publicaciones. Sus padres María de Lourdes Fernández y Adelaido Barrón eran de Paso del Águila, hombres de trabajo. Eliseo era también un hombre acostumbrado a la disciplina y al esfuerzo. Nació en 1973 y fue el quinto de siete hermanos. Allá en el ejido estudió la primaria y para estudiar la secundaria técnica tuvo que trasladarse a La Concha, un poblado cercano. Estudiaba y ayudaba en su casa con trabajo, por eso cursó la preparatoria en el sistema de Educación para Adultos. Terminó sus estudios de ingeniero agrónomo y viajó hasta el norte de Coahuila, frontera con Estados Unidos, y se instaló en Ciudad Acuña. Pidió trabajo en el periódico Zócalo y allí comenzó. Un amigo dice que no aguantó estar tan lejos y en menos de un año regresó. Llegó a la ciudad de Torreón y pidió trabajó en el periódico La Opinión (ahora La Opinión Milenio) y allí continuó ejerciendo el periodismo hasta que lo mataron. Para todos lados se trasladaba en su camioneta Ford Pick- Up, 2005, que había comprado con una herencia que en vida le entregó su mamá. Su casa la adquirió de interés social y nunca mostró algún cambio en su forma sencilla de vida. No aceptaba regalos de funcionarios, ellos no eran sus amigos, aseguran sus compañeros. No hay más exclusivas El día que Eliseo Barrón fue enterrado, aparecieron seis mantas en distintos puntos de Torreón, Coahuila. Una frase, una amenaza: “Ya estamos aquí periodistas, pregúntenle a Eliseo Barrón. ‘El chapo’ y cártel del poniente no perdonan; cuídense soldados y periodistas, atentamente ‘El chapo’ y el cártel del poniente”. Las frases eran parecidas, los supuestos firmantes, eran en todas los mismos. Táctica precisa. Los mensajes fueron colocados durante la madrugada, de forma sincronizada y en puntos estratégicos, dos de ellos, por ejemplo, en las cercanías de dos de los más importantes medios de comunicación de la región. A esos letreros se sumaron varias amenazas de bomba en diversos inmuebles de la región. Todas resultaron falsas. Hilado fino de una estrategia. Las mantas y las advertencias de bomba falsas fueron parte de una maniobra perversa: generar confusión y terror. Tras el asesinato de Eliseo, las amenazas de muerte se extendieron a otros reporteros, principalmente a través de llamadas telefónicas. Ante al falta de garantías renunciaron por lo menos tres informadores de diferentes medios. Los periodistas que siguieron trabajando la nota sobre seguridad y justicia cambiaron. Una de las primeras reacciones fue no publicar “algunos sucesos que pasaban durante el día y que podían ser de peligro”, explica Armando. “La muerte de Eliseo nos puso de cabeza, nos lastimó en todos. Ahora publicamos todo lo de incidentes viales, crímenes pasionales o riñas, pero con respecto al crimen organizado, ejecuciones o balaceras, dejó de reportearse en todos los medios, para resguardar la integridad de quienes estamos en campo, para que así estas personas no lo tomen como una provocación”. “Tenemos cuidado con lo que hacemos, con lo que hablamos. Alzamos la voz hacia los directivos, la empresa lo ha entendido muy bien, lo hemos estado manejando comunicándonos, para que se homologue la información en los medios. Decidimos fuera los protagonismos, fuera exclusivas, fuera notas de ocho, convergir en la misma frecuencia”, detalla Armando. Los comunicadores que informan sobre la nota roja, decidieron reportear por grupos, comunicarse permanentemente, ponerse de acuerdo en el contenido informativo para no ponerse en riesgo. Una de las lecturas que los medios de comunicación y reporteros de la región hicieron, tratando de entender el crimen de Eliseo Barrón, fue que se trató de un mensaje para todos los informadores, para pretender controlar lo que se publica y que les afecta a las organizaciones de narcotraficantes que operan en la Comarca Lagunera. Podría ser la respuesta, ya que es un patrón de conducta que en los últimos años han puesto en práctica los cárteles de la droga --en algunos casos con más éxito que en otros--, como en los estados de Tamaulipas, Chihuahua o Sonora, por ejemplo. A partir de entonces, las amenazas que los reporteros recibieron en los estados de Coahuila y Durango ya no fueron fácilmente desechadas. Un caso particular es el de José Bladimir Antuna García --reportero del periódico El Tiempo de Durango--, quien en los últimos siete meses asegura que recibió constantes amenazas de muerte y hasta fue víctima de un atentado el pasado 28 de abril, cuando un hombre que descendió de una camioneta le disparó, aunque el periodista logró refugiarse en su casa, de donde había salido minutos antes, por lo que las balas impactaron en la fachada del inmueble, algo que denunció ante la Procuraduría de Justicia del Estado, reportó el Centro de Periodismo y Ética Pública (CEPET). La última amenaza que recibió Antuna, que cubre las notas de seguridad y justicia, ocurrió el pasado 26 de mayo, el mismo día que encontraron el cuerpo de Eliseo Barrón Hernández. “Ese día, detalló el reportero, un desconocido llamó a la redacción de El Tiempo y advirtió: ‘el que sigue es Bladimir Antuna’”, publicó en su página el CEPET. Cinco detenidos, uno solo confesó En la carretera Tlhualilo, entronque con la Colonia Jabonoso, municipio de Gómez Palacio, Durango, el Ejército hace más de seis meses colocó un punto de revisión, en donde de manera aleatoria revisan los vehículos o detienen a aquellos que, por sus características, los catalogan como sospechosos. Los habitantes de la Comarca Lagunera ya saben que allí están lo soldados y algunos evitan transitar por ese lugar para evitar el tráfico que, en ocasiones, se genera. Justo en ese punto, los militares en turno detuvieron, para revisión, a los cinco tripulantes de una camioneta Dodge tipo Ram 1500, del año 2000. Tuvieron suerte. Con un rosario de pruebas de delitos se toparon sin mucho trabajo. Al inspeccionar el vehículo encontraron marihuana en pequeñas bolsitas y en un paquete más grande que, en total, sumaba un kilogramo y medio; también, 33 gramos de cocaína y una báscula eléctrica; portaban dos radios de comunicación, cuatro pistolas, un fusil, una metralleta y una carabina, una granada de fragmentación y 337 cartuchos útiles de diferentes calibres, además de tres teléfonos celulares. Interrogaron a los cinco, quizá en el mismo lugar o probablemente en las instalaciones de la Décima Zona Militar, fue algo que no aclaró el boletín emitido por la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDE NA), que en ese documento, de forma escueta, mostró el resultado de sus preguntas: “Existen indicios de que el primero de los nombrados (Israel Sánchez Jaimes) tiene relación con los hechos ocurridos el pasado 25 de mayo de 2009 en Gómez Palacio, Durango, donde perdió la vida el periodista Eliseo Barrón Hernández y en la agresión en contra de la extinta Martha Correa Alvarado, subprocuradora de Servicios Periciales de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Durango”. Los cinco hombres fueron presentados ante la PGR, institución que emitió otro boletín, el número 640/09, de fecha 12 de junio, y con el que se confirmó la primera versión, porque ante la institución también “cantó” Sánchez Jaimes, pues confesó ser el autor material del crimen de Eliseo Barrón Hernández. Así, la averiguación previa que se inició contra todos los detenidos fue por varios delitos: “El agente del Ministerio Público Federal inició la averiguación previa AP/PGR/DGO/DGO/293/09 contra Israel Sánchez Jaimes; José Pedro Jáuregui Jiménez; Raúl Francisco Rodríguez Valderrama; Víctor Alfredo López Ramírez y Óscar Cárdenas Castillo por su presunta responsabilidad en la comisión de los delitos contra la salud en diversas modalidades, violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, asociación delictuosa y delincuencia organizada”. El comunicado oficial detalló que Sánchez Jaimes tiene 25 años, nació en Gómez Palacio, Durango, y es casado. Declaró también que “se dedica a cobrar el dinero de la droga que se vende en un sector de la entidad”. “Israel Sánchez Jaimes declaró al Representante Social de la Federación pertenecer a la organización criminal denominada ‘Los Zetas’ y que fue él quien privó de la vida al periodista de La Opinión Milenio, Eliseo Barrón Hernández, y a la Subdirectora de Servicios Periciales de Gómez Palacio, Martha Correa Alvarado”. La información difundida por la PGR también registró que el resto de los detenidos estaban involucrados en el crimen del informador, de acuerdo a la declaración del propio Sánchez Jaimes, porque sostuvo que todos entraron en el domicilio del periodista para secuestrarlo. Sin embargo, no se mencionó en el boletín que los otros detenidos hubieran reconocido su complicidad en el crimen: “Con relación a la muerte de Eliseo Barrón, Sánchez Jaimes detalló que junto con Jáuregui Jiménez, Rodríguez Valderrama, López Ramírez y Cárdenas Castillo, entraron al domicilio del comunicador amenazándolo con arma de fuego y se lo llevaron rumbo a la colonia conocida como La Durangueña cerca de un cerro, lugar en donde, de acuerdo con su declaración ministerial, él, Israel Sánchez Jaimes, lo asesinó con un balazo de arma de fuego. “Agregó que su jefe Lucio Fernández, alias “Lucifer”, con su arma de fuego le disparó más veces. Señaló que el objetivo de quitarle la vida al periodista de La Opinión Milenio era dar un escarmiento a los demás comunicadores de la región para que no se metieran con el trabajo que desempeña su grupo delincuencial”. Inexplicablemente, la PGR ya no difundió alguna otra información sobre el caso. No emitió otro comunicado para precisar que los cinco detenidos no serían puestos ante un juez, sino que un juez le concedió 40 días para mantenerlos en arraigo en Durango, por los delitos que figuraban en la averiguación previa que inició tras su captura. Sólo en un caso incluyó, para obtener el arraigo, el homicidio de Eliseo Barrón, es decir, sólo Israel Sánchez Jaimes es quien está siendo investigado por ese delito, al menos eso explicó a la URR Octavio Campos, director general adjunto de Información de la PGR. Las autoridades pueden solicitar una prórroga al juez para continuar con el arraigo de los cinco acusados, hasta sumar 90 días. También podrían consignarlos ante un juez antes de que se venza el plazo. Habrá que esperar. Mientras tanto, ante las experiencias registradas en el pasado inmediato, valdría preguntarse si los grupos de narcotraficantes siguen estrategias, ya que la fortuita captura del presunto autor intelectual podría ser una más de sus maniobras. Lo han hecho en Tamaulipas o Chihuahua, donde “facilitan” la captura de los “responsables”. Lo hacen para distraer la atención de los investigadores o para “enfriar” la plaza y poder seguir con sus operaciones. La PGR lo definirá. Por lo pronto, mientas la Procuraduría no concluya con las investigaciones las dudas permanecen, así lo han expuesto columnistas, compañeros y amigos de Eliseo. El director editorial adjunto de Milenio, Ciro Gómez Leyva, publicó en su columna “La historia en breve”, tras la captura de los cinco presuntos “los zetas”, que tres habían reconocido su participación en el crimen de Barrón Hernández –de acuerdo a la información que los directivos del periódico habían recibido de parte del Ejército en ese momento--. Sin embargo, dejó en claro que la sola detención de estas personas no despeja las dudas, pero planteó varias preguntas: “¿Quién o quiénes mataron a Eliseo?, ¿Fueron en realidad los zetas, o es la gente del Chapo Guzmán, que se disputan las plazas de Torreón y Gómez Palacio (los hechos ocurrieron en esta última ciudad)?, ¿Lo hicieron por su cuenta o en colusión con policías municipales que formaban parte de la lista de 302 elementos que, según anunció el alcalde de Torreón, José Ángel Pérez Hernández, serían dados de baja por esos días, los del asesinato de Eliseo?, ¿O fueron los policías de Torreón, por su cuenta, y hoy dicen ser zetas?” “Y, sobre todo, ¿por qué lo mataron?, ¿Por qué blufeó que conocía los nombres de los 302 que serían dados de baja?, ¿Por qué, como se cuenta, tenía una amenaza de alguno de los dos grupos de narcotraficantes para que no publicara cierta información?, ¿O el ajusticiamiento de Eliseo fue simplemente un mensaje intimidatorio para que los periodistas de la región se abstengan de dar cuenta de la batalla (o de los acuerdos) entre los cárteles para controlar la comarca lagunera?, Por último, ¿tiene algo que ver el presidente municipal de Torreón en todo esto?, Seguiremos preguntando”. El columnista Jesús Cantú, del periódico El Siglo de Torreón, revisó los hechos y puso en duda la responsabilidad de los detenidos, en el artículo que publicó el 14 de junio pasado y que tituló “Algunas razones para el descontento”: “¿Usted cree posible que si en verdad son parte de ‘Los Zetas’ no saben en dónde se encuentran los retenes del Ejército para en un momento determinado evadirlos si es que se encuentran en su "chamba" de venta y distribución de narcóticos?”, se cuestionó entonces el columnista. Recordó Cantú, que el boletín de la PGR señaló que de la confesión de Israel Sánchez Jaimes se desprendió que al periodista Barrón Hernández lo llevaron a una colonia llamada Durangueña de Torreón, información que puso en duda el columnista: “o sea que lo trajeron de Gómez Palacio a Torreón para ejecutarlo y luego lo fueron a tirar a un canal de riego en Gómez Palacio, pero en los límites con Tlahualilo. Se me hace mucho paseo, además de que en Torreón se comenta que el área de la Durangueña no pertenece a ‘Los Zetas’, grupo del cual dice Israel que forma parte”. El columnista de El Siglo de Torreón expuso de forma directa: “mas de uno piensa que ésta es una salida falsa, una forma de acallar las voces de protesta y en síntesis, para que los periodistas no estén dando lata, pero hay muchas dudas. Se necesita conocer quiénes eran los otros participantes en el operativo que privó de la vida a Eliseo, en dónde se encuentran, corroborar si efectivamente lo que dice el detenido es verdad y cuáles son las pruebas de esas acusaciones”. ¿Y los otros? José Valdés fue asesinado y Rafael Ortiz Martínez desapareció. Los dos casos ocurrieron en el 2006, en el estado de Coahuila. El primero era periodista radiofónico y los reportes difundidos tras su muerte denunciaban que investigaba la corrupción de soldados con el narcotráfico. En el caso de Rafael, había denunciado la venta al menudeo de drogas, además de la corrupción política en algunas regiones de la entidad. Los dos casos están en manos de la Procuraduría General de Justicia de Coahuila que desde hace tres años nada ha informado. No hay una sola persona detenida. Es, simplemente, impunidad que asfixia a la justicia. El periodista Carlos Ortega Samper fue asesinado en el municipio de El Oro, el 3 de mayo, apenas unas semanas antes que Eliseo. Estos dos crímenes ocurrieron en el estado de Durango, a sólo 259 kilómetros de distancia uno del otro. La PGR también atrajo el expediente en el caso de Ortega Samper, pero en esa ocasión no les interesó informarlo en un boletín, ni hubo recompensa que ofrecer. Aunque ocurrieron tan cerca, hay en realidad mucha distancia entre ambos crímenes. El asesinato de Ortega Samper no muestra algún avance claro. Lo peor, es que en su caso, la estrategia de desprestigiarlo personal y profesionalmente ha dado resultados y ahora las dudas sobre las razones de su muerte han ensombrecido el caso y así facilitando la inacción de las autoridades. “Han tratado de desvirtuar la figura de Carlos, por las acusaciones que tuvo en el pasado sobre violación y venta ilegal de alcohol, pero que todas resultaron falsas”, narró Víctor Manuel Garza, director del periódico El Tiempo. A poco más de dos meses de su muerte, los reporteros de la región prácticamente no mencionan este caso, no averiguan, no cuestionan. Sólo el periódico El Tiempo, del que Ortega Samper era corresponsal en Santa María El Oro, ha seguido publicando, indagando, preguntando. Hasta ahora, relató Garza, han exhibido a funcionarios del gobierno municipal de Santa María El Oro que han sido detenidos en el pasado por policías federales, acusados de traficar con drogas. A esos mismos funcionarios Ortega Samper denunció por corrupción y por ser los caciques de la zona. Al alcalde, Martín Silvestre Herrera, a quien responsabilizó el periodista días antes por si algo le pasaba, lo denunció en sus notas porque de la Unión Ganadera lo corrieron por malos manejos, y fue quien le reclamó por esa publicación, casi violentamente, días antes de ser asesinado. Pobladores de la región han llamado a la redacción de El Tiempo relatando cómo fue el crimen y quiénes podrían estar involucrados. Al vincular esa información e indagar un poco más, explicó Garza, han podido establecer como una hipótesis sólida que en el crimen de Ortega Samper estarían involucrados como autores intelectuales funcionarios municipales y como responsables materiales una organización denominada “Los mimbos”, que se trataría de un grupo que trafica con drogas, de asesinos a sueldo y de otros delitos, que opera desde hace más de 12 años en la región. Uno de los datos más importantes que han recibido, precisó el director del periódico, es que a Carlos le dispararon desde una camioneta que sería propiedad de “Los mimbos”. El diario obtuvo información precisa sobre el lugar en el que se escondían integrantes de esta organización y la publicaron. Después los militares catearon el lugar. “Hace unos días –contó Garza--, catearon una casa en El Oro y allí detuvieron a “Los mimbos”, les encontraron AR15. Los detuvo el Ejército. Los encontraron con droga. Ahora falta investigar su posible participación en el crimen de Carlos”. Otra de las posibles causas del asesinato del periodista Ortega Samper, detalló el director de El Tiempo, es que investigó sobre el robo a Telecom, en el que aparentemente existía complicidad de parte de funcionarios. Es una línea que falta por indagar. “Cuando mataron a Carlos –soltó Garza--, ni siquiera acordonaron el área para no perder evidencias. No están haciendo nada. Ni siquiera los de la PGR nos han preguntado si trabajaba o no con nosotros. Ya casi les señalamos a los homicidas y ni así nos hacen caso. Sin voluntad (de parte de las autoridades), pues nos estamos haciendo tontos”. La situación de violencia que se vive en Durango, sostiene el directivo, es peligrosa, confusa y grave, por lo que es indispensable resolver los crímenes de los periodistas para que todos los medios de comunicación puedan trabajar con libertad, sin miedo. Exceso de confianza Los periodistas de la Comarca Lagunera se organizaron en torno al asesinato de Barrón Hernández. Marcharon por las calles. Gritaron, gritaron fuerte. Un grito que salió desde el miedo y desde la esperanza. Fue un clamor. Sólo allí, juntos, repudiaron la impotencia de la muerte. Recorrieron las calles. Mostraron mantas. Caminaron juntos.”Todos somos Eliseo”, clamaron. La primera vez que lo hicieron fue en Torreón, del lado de Coahuila, el 31 de mayo, unos días después de encontrar el cuerpo del periodista. Después, más organizados, más decididos, de frente al Día de la Libertad de Expresión, el 7 de junio, los informadores de la Comarca Lagunera salieron y lanzaron un grito aún más indignado y rabioso: “¡Esta guerra no es nuestra!” “¡Ni un reportero menos!”. Han pasado más de 40 días desde que encontraron el cuerpo de Barrón Hernández. A pesar de que fue detenido uno de los presuntos asesinos los reporteros en la región de La Laguna no se sienten seguros, se siguen cuidando. Las cosas no han cambiado, sólo se calmó un poco la zozobra. “Bajó un poco la tensión. Varios compañeros pidieron permiso para ausentarse y otros renunciaron, no aguantaron. Todavía sentimos que no podemos manejar cosas profundas, porque sigue siendo peligroso”, explicó Armando. Ahora que han pasado algunos días se le pregunta al mismo reportero cuál es su impresión de lo que pasó, de la muerte del periodista, ¿por qué lo mataron?: “Pienso que fue el exceso de confianza. Como nunca pasó nada, no había advertencias a una publicación, nunca llamadas de amenaza…” - ¿Y qué cambió en la región tras la muerte del compañero?, se le insiste. - Ya decidimos no indagar más allá, porque al fin y al cabo no somos autoridad. Hay que aprender a saber informar” - explica Armando. - ¿Qué es lo que necesitan los reporteros de La Laguna en este momento? - Primero que se haga realmente justicia. También necesitamos adiestramiento, saber qué hacer ante una situación de peligro y para no meterte en problemas. La verdad es que no quiero aprender conforme a la marcha. Antes de terminar las preguntas, Armando se despide y descarga lo que le acompaña desde la muerte de Eliseo, algo más que un reproche: “No puede ser que nos callen así de esa forma, se siente mucha rabia, mucha impotencia”. *Periodista mexicana, miembro de la Unidad de Respuesta Rápida.

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